La gestión de emociones y la vuelta al cole parecen ideas incompatibles.
Septiembre y la vuelta al cole traen mochilas, rutinas nuevas, adaptación, reuniones, madrugones… y tus emociones también vuelven a clase. La maternidad es una montaña rusa emocional, hay días de risas llenos de ternura y otros de culpas infinitas, momentos de gritos que no querías y ese nudo en la garganta que susurra: «no llego a todo, me siento culpable».
Esta es una guía sencilla y práctica, para que la gestión de emociones no signifique reprimir, sino acompañar lo que sientes con cuidado y presencia.
Somos seres emocionales y las emociones son nuestra brújula interna: marcan cómo estamos, qué necesitamos, qué límites están siendo vulnerados. En la maternidad, el cuerpo y la mente se activan a diario ante exigencias múltiples: una rabieta a la salida del cole, un “no quiero ducharme” cuando ya es tarde, un email del trabajo con temas de última hora. Cuando estás sobrepasada, tu sistema nervioso reacciona desde la supervivencia: grito, huida, bloqueo.
Aprender a regular esa intensidad no es “hacerse la fuerte” sino recuperar presencia: sentir para poder elegir. Así cuidamos a nuestros hijos sin perdernos a nosotras.
Controlar es tapar, posponer o intervenir con la idea de cambiar la situación: “no pasa nada”, “aguanta”, “no llores”. Pero, es una modificación a corto plazo, que, puede parecer efectiva, pero, por dentro la presión sube y se acumula.
La gestión de emociones es otra cosa es mirar, nombrar, regular y acompañar. Por ejemplo: “siento rabia y agotamiento”, “me siento sobrepasada”, “necesito darme 60 segundos para decidir”. Esto te devuelve tu capacidad de responder con libertad y no desde el piloto automático.
La carga mental es ese proceso invisible de anticipar, recordar y coordinar mil micro tareas: mochilas, zapatillas, pediatra, disfraces, menús, WhatsApp del cole, lavadoras, trabajo… Aunque no las hagas todas, puedes estar pensándolas todas, en un segundo plano, acumulando una especie de carga de pensamientos que te agotan y restan energía.
Ejemplos cotidianos:
Si has contestado SI, a uno o más puntos, y, se repiten, desde hace un tiempo: significa que necesitas recursos y apoyo. Estás a tiempo.
La gestión de emociones se entrena antes de los conflictos, en lo cotidiano, en los pequeños gestos, en las pausas que haces (o no haces) a lo largo del día.
Porque, cuando ya estás en medio del grito, el portazo o el llanto… ya estás dentro del conflicto. Y, en ese momento: se sobrevive. Pero incluso ahí, hay recursos que te ayudan.
Estás en medio del caos. Ya pasó: gritaste, te bloqueaste, dijiste algo que no querías. Te sientes mal o culpable. Sabes que ha pasado algo que querías evitar.
Respira. Aún puedes cuidar de ti.
Cada vez que eliges parar, reparar o pedir ayuda, estás haciendo gestión emocional real.
El objetivo no es llegar perfecta al caos, sino fortalecer tu base emocional, para que el conflicto no te arrastre con tanta fuerza. Aquí es donde realmente empieza el cambio:
La gestión de emociones no es apagar fuegos: es construir un suelo emocional firme. Uno que te sostenga, te proteja y te devuelva la calma… incluso cuando hay tormenta.
Mi acompañamiento se apoya en REVIVE™, un proceso integrativo con seis pilares que entrenamos en sesiones uno a uno.
Reconexión • Emociones • Vínculos • Intuición • Valor • Equilibrio.
Aplicado a tu día a día, REVIVE™ te ayuda a identificar, gestionar y sanar lo emocional, fortalecer vínculos y liderar tu maternidad desde la autenticidad.
Día 1: Descarga mental en papel y asignación de estado (✳urgente ↻ delegable ➜ calendario).
Día 2: Calendario visible del mes y revisión de lo delegable.
Día 3: Haz una práctica sencilla de respiración; tres respiraciones donde la exhalación es mucho más larga que la inhalación. Día 4: Encuentra un espacio de 5 minutos para ti.
Día 5: Reunión familiar de 10’ para revisar el estado de las tareas y cómo nos sentimos con los repartos.
Día 6: Revisar y silenciar notificaciones no importantes.
Día 7: Paseo sin pantallas, sola o en familia.
Día 8: Revisa límites (“a qué digo sí/no esta semana”).
Día 9: Anticipa 2 situaciones que puedan desencadenar en conflicto y planea tu frase puente (“Necesito un minuto para responder mejor” o «Ahora estoy haciendo… en cuanto acabe te respondo»).
Día 10: Evalúa y celebra lo que sí salió.
1) ¿Cómo sé si necesito terapia?
Si sientes desbordamiento constante, culpa que no cede, conflictos repetidos o señales de alerta (sueño, disfrute, irritabilidad), la terapia puede ayudarte a comprender causas y entrenar regulación emocional. Ofrezco acompañamiento terapéutico online con enfoque integrativo y objetivos claros.
2) ¿La respiración “de verdad” funciona o es placebo?
La evidencia respalda técnicas de respiración y relajación para disminuir la activación del sistema de estrés y recuperar foco y calma.
3) ¿Qué pasa si ya exploté?
Repara. Pide perdón sin justificarte o sobre explicarlo, comparte tu deseo de mejorar la comunicación y vuelve al vínculo. La reparación educa más que la perfección.
4) ¿Y si sospecho depresión posparto?
Busca evaluación profesional. Es frecuente y tratable; pedir ayuda es un acto de cuidado. Si hay riesgo inminente (daño a ti o a otras personas), llama al 112 o acude a urgencias.
Trabajo con madres (y mujeres en distintos momentos vitales) que se sienten desbordadas, desconectadas o en crisis de identidad, en un proceso uno a uno, online y presencial. Con herramientas prácticas para no generar dependencia.
Solemos empezar con una llamada gratuita de 15 minutos para valorar tu caso y ver si encaja contigo. Escríbeme y lo agendamos.
Si este post te ha resonado, guarda la guía, prueba el plan de 10 días y, si quieres apoyo profesional, aquí estoy —también online— para acompañarte con REVIVE™.
Nota de cuidado: Esta guía no sustituye atención sanitaria. Si atraviesas un momento crítico, busca ayuda profesional en tu centro de salud o servicios de emergencia (112).